Son un matrimonio en cuya relación se suman los sentimientos y el arte. Mariló lleva en sus genes el sentido del ritmo. Su cante acaricia los oídos con la melodía de su aterciopelada voz. El sentimiento aflora en cada nota para poner en los quiebros la sensibilidad al límite.
Nunca quiso dedicarse profesionalmente al cante pero cuenta por rotundos éxitos sus actuaciones.
Miguel Ángel es el contrapunto preciso, la guía necesaria, el pentagrama que esparce los duendes por el camino de las notas. La conjunción de ambos hace que, en el momento preciso, el pellizco te atrape en las redes del embrujo nacido en tantos caminos compartidos por la marisma, y de los duendes que el cercano Parque de María Luisa derramara en San Bernardo y El Tiro de Línea.